martes, abril 10, 2007

Gutierrez

Lo primero que hacía Gutierrez al levantarse cada mañana era ir a la página web de su periódico favorito para leer los improperios, todavía frescos, que los columnistas lanzaban ese día contra los dirigentes del partido político que, según Gutierrez y los citados columnistas, era Satanás personificado en la tierra. Allí, se deleitaba con cada palabra, aspiraba cada mentira, sonreía con cada ironía y se enfurecía con los continuos errores que el gobierno cometía cada día. Gutierrez, en la intimidad de su casa y bajo la sombra de su ADSL a 20 MB, se confesaba a sí mismo en voz muy baja, casi murmurando, que se estaba volviendo un tanto masoquista: disfrutaba más con los errores ajenos que con los aciertos propios. Más tarde, después de las noticias de las nueve en su emisora de radio favorita, se iba a trabajar.

Gutierrez no era de los que se limitaba a leer y escuchar únicamente los medios de comunicación afines a su ideología. A veces, en su coche, durante la publicidad del programa de su locutor fetiche, cambiaba a la cadena del gobierno y se enfurecía con las mentiras que ésta lanzaba contra la oposición, con las descripciones inventadas de los logros del gobierno y con las cada vez más frecuentes descalificaciones dirigidas contra los que como él, tenían una ideología diferente.

Un día, allá por Navidades, en uno de esos cambios de emisora, escuchó cómo el locutor hablaba de la exitosa implantación del carnet por puntos, y de cómo éste había reducido notablemente el número de muertos en la carretera. Gutierrez, como todo buen creyente absoluto de una única idea, se revolvió en su asiento: "se lo están inventando". Más tarde, en el trabajo, Gutierrez se permitió una pequeña pausa para verificar que, efectivamente, sus odiados periodistas se habían inventado una vez más un éxito del gobierno. Pero, por mucho que tecleó diferentes combinaciones de palabras clave, no logró encontrar ni una sola confirmación de sus sospechas. Eso le enfureció mucho más de lo habitual: "no puede ser; no puede ser que Satanás haya hecho algo bueno".

Con el paso de los días el carnet por puntos se convirtió en su obsesión. Poco a poco, las noticias políticas dejaron de tener importancia para él, y ni siquiera las nuevas provocaciones del gobierno le producían esos pequeños escalofríos que tanto le gustaban antes. En el bar, mientras se tomaba su cafe matinal, dejó de prestar atención a sus compañeros de ideología, y tampoco estiraba la oreja para ver si conseguía captar alguna burrada de esos incultos jubilados a los que una vez oyó criticar la guerra de Irak. Al cabo de unas semanas Gutierrez llegó a un punto de obsesión en el que únicamente una cosa le interesaba: no podía ser que el carnet por puntos estuviera siendo un éxito.

Llegó la semana santa, las colas en las carreteras y los días de vacaciones. Ese lunes de sufrimiento y vuelta al trabajo, Gutierrez no se presentó en la oficina. Su jefe se extrañó, porque Gutierrez casi nunca faltaba, no era de esos vagos que abusaban de las bajas laborales a base de enfermedades finjidas, y cuando realmente estaba tan mal que no podía trabajar, como con aquella gripe intestinal del año anterior, llamaba a primera hora de la mañana para avisar que no iría ese día. Cuando el martes el jefe vio que Gutierrez tampoco estaba frente a su ordenador, le pidió a la secretaria que llamara a casa de su subordinado para ver qué ocurría.

Una hora más tarde la secretaria llamó a la puerta del despacho del jefe, temerosa de interrumpir la reunión pero convencida de que hacía lo que debía. El jefe la interrogó con su mirada desde su mesa, sin levantarse, y la secretaria habló: "es Gutierrez, señor director, he hablado con su sobrino y me ha dicho que se mató ayer en el coche, que se salió de la carretera y se llevó con él a otro coche y a sus cuatro ocupantes. Se murieron todos. Los cinco...". Luego, la secretaria salió llorando del despacho.

Esa noche, antes de irse a casa, el jefe de Gutierrez buscó la noticia del accidente. En uno de los periódicos, leyó: "103 muertos en las vacaciones de semana santa: fracasa el carnet por puntos del gobierno. El director de la dirección general de tráfico se había propuesto lograr una cifra de muertos inferior a 100, pero un accidente a última hora de ayer fustró su objetivo. P.G.C., natural de ...".


Nota: Gutierrez, en el paraíso reservado a los buenos creyentes absolutos, sonrió satisfecho para sí mismo: "je, je, je... ya lo decía yo: es un fracaso". Luego, dedicó su inmortal existencia a la contemplación de su propio logro.

5 comentarios:

Miguel dijo...

Te has pasado de macabro...

Visble dijo...

Tío, Ramón, buenisimo. Eres un monstruo! (de la escritura, se entiende).

Anónimo dijo...

escalofríos, frios, frioleros...

Ra y Mon dijo...

Miguel, quizás me he pasado de macabro, pero a veces es bueno llevar las cosas a la exageración para despertar conciencias: no puede ser que alguien se alegre de que los muertos de esta semana santa hayan sido tantos. Y leyendo según que cosas, uno percibe que hay mucha gente alegrándose.

También es verdad que el mismo texto se podría haber escrito sobre la guerra de Irak: hay muchísima gente que cada vez que hay un atentado en Irak se alegra, porque le confirma que Aznar fue/es un majadero.

Igual de miserables ambos casos: tenemos que conseguir que la gente deje de pensar en términos de quién ha dicho o hecho algo, y conseguir juzgar las cosas por lo que son y no por su autor.

Josep, gracias. A ver si consigo ser así de monstruo con este otro "libro" que ahora tengo entre manos y que se me resiste un poquillo ;-) Será que se me da mejor la realidad de la vida que la ficción de las proteínas ;-)

Anónimo dijo...

Buenísimo! Qué gusto leerte...