jueves, agosto 30, 2007

Malasia - Ipoh

Nota: Si estáis planeando un viaje a Malasia, os recomiendo que visitéis la guía de Malasia que he escrito recientemente para BuscoUnViaje.com.

El problema (y la ventaja) de viajar por libre es que uno suele acabar, al menos una vez por viaje, atascado en alguna ciudad de esas donde la guia unicamente acierta a decir algo asi como "En la apolillada ciudad de X el viajero no tendra muchas oportunidades de...". Las razones para encontrarse en una ciudad-sin-salida pueden ser multiples: una conexion perdida: una ciudad en la que solo hay un autobus al dia (preferiblemente a las siete de la manana); el ultimo barco ya ha salido; ... En estos casos, uno se ve obligado a confiar la alegria del viaje al buen humor propio y no a los encantos de la ciudad en cuestion.

Ipoh, en el estado de Perak, en las faldas de Cameron Highlands, es un buen ejemplo de tal ciudad 'apolillada'. En cierta manera, Ipoh me ha recordado a Eskisehir, en Turquia, una ciudad donde ya hace unos anos quede atrapado (junto a tres companeros de viaje) por falta de trenes. A primera vista iba a ser un dia desastroso, ya que habiamos llegado al punto de la manana y no habia ningun tren que saliera de alli hasta la noche, y lo unico por lo que Eskisehir resaltaba era por tener una de las prisiones mas grandes de Turquia. Finalmente, el dia que pasamos en Eskisehir lo recuerdo como uno de los mejores de aquel interrail 1997, ya que conocimos a dos turcos muy divertidos (con los que compartimos viaje dos dias), organizamos una aglomeracion en la entrada de unas tiendas cuando nos pusimos a hacer malabares y la policia vino a pedirnos que fueramos a otro sitio (a un restaurante donde el dueno nos dio comida a cambio de hacer malabares para sus clientes), y otras aventuras que ahora no vienen al caso porque estoy en Malasia, y no en Turquia.

Cuando dentro de 10 anos piense en este viaje, estoy seguro de que algo similar a Eskisehir ocurrira con Ipoh.Hemos llegado esta manana desde Tanah Rata, con intencion de coger un autobus hacia Cherating, en la costa este de Malasia. El problema? No hay autobuses hasta las 20h30, y ademas estan todos completos menos uno en el que quedan dos plazas. Continuacion del problema? No tenemos dinero malayo (ringgits), ya que ayer olvidamos cambiar dinero. Mas problemas? Es sabado y los bancos estan cerrados, la compania de autobuses no quiere coger dolares y los cajeros automaticos no admiten nuestras tarjetas de credito.
Con los problemas muchas veces surge la diversion, y gracias a todos los inconvenientes mencionados, Ipoh se ha convertido en un lugar especial. Algunas razones: los chicos que nos han cambiado dinero (Nos querian dar los ringgits sin que les dieramos nada a cambio! Estos no habian escuchado nunca el timo de "me he quedado sin dinero para el autobus a Pamplona"); la tienda de juguetes; el taxista de risa histerica que cada vez que deciamos algo en malayo rompia a llorar de la risa; descubrir que la estacion de autobuses no estaba donde creiamos que estaba, y encontrarnos por casualidad con un autobus que iba a la estacion de autobuses; el cafe frente a la mezquita; las partidas de cartas a un juego inventado sobre la marcha; etc etc.
A veces nos empenamos en ir a sitios cuando lo que buscamos esta en todas partes; o en Eskisehir; o en Ipoh.
(sin acentos ni esa letra tan espanola por culpa del teclado)

lunes, agosto 20, 2007

Malasia - Kuala Lumpur

Nota: Si estáis planeando un viaje a Malasia, os recomiendo que visitéis la guía de Malasia que he escrito recientemente para BuscoUnViaje.com.

Kuala Lumpur es una ciudad en la que la salsa no ha ligado con los ingredientes, por lo que seria imposible hacer un relato continuo de la ciudad. En consecuencia, para describir la capital de Malasia, unicamente me atrevo a enumerar (discretamente) su principales caracteristicas:

- Los motoristas llevan puesta la chaqueta al reves, la espaldera cubriendo el pecho, la manga izquierda en el brazo derecho y la derecha en el izquierdo. Por que? Lo desconozco... Este va a ser mi principal objetivo durante el viaje, la pregunta que le hare a todo malayo con el que me cruce.

- La poblacion se divide en tres razas: chinos, malayos e indios. Cada uno con su cultura, lengua y religion. A primera vista, no tengo la impresion de que hay mucha mezcla inter-racial. Los hombres chinos miran fijamente los pechos de las mujeres con las que se cruzan. Los hombres malayos sonrien mucho. Los hombres indios ni miran los pechos ni sonrien. Es una simplificacion, lo admito, pero esta es la mejor regla par distinguir entre razas.

- En la zona mas rica de la ciudad, muchas mujeres van totalmente cubiertas de negro. De la cara unicamente se ven sus ojos. Sin embargo, estas mujeres suelen ir de la mano de un hombre. En otros paises en los que habia visto mujeres asi, estas siempre iban por detras de 'su hombre', como si la mujer fuera un simple accesorio. Aqui, a pesar del velo total (y opresivo, desde mi punto de vista), parecen tratarse como iguales (aparentemente).

- La mayoria del centro de la ciudad es una sucesion de centros comerciales (de diferentes niveles y precios), carriles de coches y aceras minusculas. Al salir de las calles principales, uno se sumerje un poquito en China, otro poquito en la India y supongo que tambien, por definicion, en mucha Malasia.

- Las principales aventuras malayas ocurren en los vateres, sobre todo si eres mujer (y nacida en Barcelona). En dos simples incursiones a baños de la ciudad, una mujer que yo conozco (de Barcelona) ha logrado inundar un baño (sin llegar a utilizarlo) y a rociarse la cara con un chorro de agua (originalmente ideado para rociar otra parte del cuerpo).

Continuara...

(texto sin acentos por causa involuntaria: teclado malayo (i.e. eeuusiano))

miércoles, agosto 15, 2007

Finaliza el Interrail de la Amistad

Con este post finaliza la degustación del Interrail de la Amistad. Las etapas han sido las siguientes:

- Marsella
- Antibes (y Juan-les-Pins)
- Lausana
- Zurich
- Tübingen
- Amsterdam (y La Haya)
- París

He dado muchos pasos (y pedaladas) (y pasos de baile) (y risas en un río).

Aquí podéis leer guías de viaje de Europa que hemos escrito en BuscoUnViaje.com

París - Definición de gran ciudad

Nota: Si estáis planeando un viaje a Francia, os recomiendo que visitéis la guía de Francia que he escrito recientemente para BuscoUnViaje.com. También tenemos una guía de París.

Una gran ciudad se define por el siguiente hecho: la mayoría de los locales llevan un plano de su propia ciudad; no sólo por sus dimensiones, sino porque a menudo se ven inducidos a visitar zonas de la ciudad que desconocen. Un concierto, una parada de metro que desconocen, una película que sólo echan en un barrio que les es ajeno, ... siempre hay una razón para llevar un plano encima en lugar de únicamente cogerlo cuando lo necesitan. En París, mucha gente lleva un plano de su propia ciudad.

Por supuesto, hay grandes ciudades con ciudadanos que viven en pequeñas ciudades. Alguien que vive en una urbe de 10 millones de habitantes pero que nunca sale de su calle es un pequeño ciudadano. En algunos raros casos, hay grandes habitantes que viven en pequeñas ciudades.

París es una gran ciudad llena de grandes habitantes (entre otros, una pareja con nombre de presidente brasileño y con juego de memoria para niños). Además, como en toda gran ciudad, también se ven cosas extrañas: dos turistas sobre un puente del Sena, observando los palacios parisinos, con una guía abierta por la página con el plano... ¡el plano de Londrés! No supe interpretarlo... Tampoco logré entender como podía ser que en el Boulevard Saint Martin hubiera una tienda que vendía libros a 20 céntimos de euro. A pesar de llevar la maleta a reventar, no pude evitar comprarme 7 libros más...

Las grandes ciudades también suelen tener grandes lugares donde acudir. El gran lugar a visitar del pasado domingo (último día de viaje de mi Interrail de la Amistad) fue la exposición temporal del Museo de Orsay "De Cézanne à Picasso - Chefs-d'ouvre de la galerie Vollard". La descripción de lo magnífico de los cuadros y los pintores allí mostrados se la dejo a los expertos. A mí lo que más me impresionó fue la segunda parte del título: Vollard. Por las manos de este galerista francés pasaron (antes de ser mundialmente reconocidas) obras de pintores como Cézanne, Van Gogh, Degas, Renoir, Gauguin y Bonnard. A veces, un solo individuo sí que puede dejar su marca en la historia, o al menos ayudar a otros a dejar sus propias marcas. Cuando veo, leo o escucho a una persona que realmente ha contribuido a cambiar una disciplina, siempre pienso (aleatoriamente) lo mismo: ¿se daba cuenta él de lo que hacía?

"Las mujeres más bellas de la historia nunca vieron su retrato más veces dibujado o esbozado que el de Vollard: Cézanne, Renoir, Rouault, Bonnard y otros... Todos ellos lo hicieron en un espíritu de competición, cada uno buscando mejorar a los otros." - Pablo Picasso

Paris - 27.300 pasos (y pedaladas) (y pasos de baile)

La Haya - Visitando lo que 'es', y no lo que 'ves'

Nota: Si estáis planeando un viaje a Holanda, os recomiendo que visitéis la guía de Holanda que he escrito recientemente para BuscoUnViaje.com. También tenemos una guía de Amsterdam.

Hemos ido a ver el tribunal internacional de La Haya. ¿Por qué? Porque el ser humano (y yo, y los que me acompañaban, pertenecemos a dicha especie) disfruta visitando lugares sobre los que previamente ha leído, oído, visto o aprendido algo. La prueba está en que en los museos las mayores aglomeraciones se forman frente a los cuadros que aparecen en los libros de texto (y esta aglomeración no se explica porque las personas en cuestión sean expertas en arte y hayan deducido que están ante un gran cuadro). Nuestro gusto por lo conocido también queda patente en las librerías: en su constante coger y dejar libros, uno dedica mucho más tiempo a uno que ya se ha leído (y que por tanto, no va a comprar) que a uno que todavía está por leer. Y por esa preferencia humana por lo conocido, por el terreno ya recorrido en cierta manera, hoy nosotros hemos dirigido nuestros pasos hacia el tribunal internacional de La Haya.

Tengo que decir que el palacio donde está dicho tribunal merece por sí mismo una visita (no así el edificio de la ONU en Nueva York, otro sitio sobre el que se ha leído u oído mucho pero que no merece la pena ser visto). El tribunal es, por resumirlo en pocas palabras, un gran palacio-castillo lleno de cosas puntiagudas. Muy adecuado para juzgar al tipo de personas que se 'alojan' entre sus muros. Fuera del palacio, un chino exhibía unos carteles pidiendo que se paren las torturas en China a los que pertenecen a la secta (religión) Falung Gong.

Frente a la conveniencia o no de visitar el palacio, el resto de La Haya demostró merecer la pena ser visto, aunque nunca se hable de esos otros aspectos de La Haya. Como principales atracciones de la ciudad, una tienda llena de gadgets y el Mauritshuis, un museo dedicado a pintores como Rembrant, Vermeer o Holbein. La chica de la perla, en especial, me hizo recordar que a veces hay una razón por la que se ha hablado tanto de algunas cosas...



Amsterdam + La Haya - 19.952 pasos

Amsterdam, o lo no-evidente

Nota: Si estáis planeando un viaje a Holanda, os recomiendo que visitéis la guía de Holanda que he escrito recientemente para BuscoUnViaje.com. También tenemos una guía de Amsterdam.

Siempre me han gustado los objetos con los que no es evidente a primera vista qué hacer con ellos. Por ejemplo, a lo largo de los años he ido coleccionando lo que mis amigos llaman 'pijadas' y que yo denomino 'gadgets': entre otras cosas, tengo un levitron, una elipse de la ilusión, una power ball, varios bolis del espacio y un sacacorchos que no requiere girar nada para sacar el corcho. Pero mi gusto por lo no-evidente no se reduce a los objetos dotados de mecanismos sorprendentes (como los anteriormente descritos) sino que se extiende a otras situaciones, como por ejemplo supermercados de comida exótica, tiendas muy especializadas en deportes que desconozco o mercadillos callejeros de segundo nivel. Holanda ha demostrado ser un lugar excelente donde desarrollar mi afición por lo no-evidente.

Paseando por Amsterdam con uno de los pocos amigos que he logrado mantener desde los 14 años (y por tanto, por definición, un buen amigo) vimos un supermercado oriental. El primer impulso que me incitó a entrar fue el gusto por desfilar frente a estanterías pobladas de alimentos totalmente desconocidos. No hablo de que en estos supermercados se encuentre otro tipo de fideos o empanadillas extrañas, sino que allí se ven cosas que uno únicamente deduce que son comestibles porque están dentro del supermercado, ya que en caso de encontrarlos en una ferretería se podría llegar a pensar que son maderas para el suelo, un tipo especial de pegamento o polvos antihormigas. El primer impulso hacia lo desconocido no se vio defraudado, y el supermercado oriental en cuestión estaba lleno de productos cuya forma de cocinar, manera de comer o función nos era totalmente ajena. Luego, como suele ocurrirme en estos lugares, no pude evitar comprar unas obleas de arroz, a lo que siguieron unos fiong su ye (nombre inventado), algas, wasabi, soja, vinagre de arroz y demás ingredientes (semiconocidos) necesarios para hacer una cena oriental. Y como me suele ocurrir también en estos lugares, me quedé con ganas de comprar alguno de los alimentos desconocidos, para al menos intentar imaginar cómo hacerlos. Lo único que me frenó fue el recuerdo del tamarindo que una vez compré en Barcelona y que tuve que tirar a la basura tras haber estado en mi nevera varios meses sin lograr encontrar el día en el que echarlo a un plato.

Además de sus supermercados orientales, Amsterdam tiene otras cosas que lo hacen no-evidente. Si uno llegara a esta ciudad sin haber recibido previamente información sobre la misma, la sucesión de no-evidencias le sería abrumadora (y por tanto placentera): la preferencia por la bicicleta en un país de clima infame, la multitud de canales, las señoritas (y no tanto) tras los escaparates, la altura de sus gentes, la legalidad de las drogas (y los pocos holandeses que las consumen), el idioma lleno de sonidos 'J', lo civilizado del país, ... No sé si en algún lugar existe un país perfecto, pero lo que tengo muy claro es que si algún día lo encuentro, seguramente observaré en él muchas de las características de Amsterdam...

Claro, el clima no será una de ellas...

Amsterdam - 11.487 pasos (y pedaladas)

miércoles, agosto 08, 2007

Tübingen - Idiomáticamente tímido

Nota: Si estáis planeando un viaje a Alemania, os recomiendo que visitéis la guía de Alemania que he escrito recientemente para BuscoUnViaje.com. También tenemos una guía de la Selva Negra.

Tanto tiempo viviendo y viajando por lugares donde comprendo y hablo la lengua del lugar ha tenido un efecto perverso sobre mi personalidad: me he vuelto un tímido de las relaciones inter-linguales. El disparo de salida a la timidez se produjo en Zurich con un suizo-alemán que sólo hablaba suizo-alemán, pero en Tübingen esa sensación se ha acentuado. Tanto, que ayer me encontré sin palabras cuando una chica me preguntó si la encontraba preciosa...

En Tübingen he abierto un pequeño paréntesis en el interrail de la amistad para volcarme en el interrail de la familia. Gracias a este cambio, durante dos días he podido mostrarme tal y como realmente soy, y no como mis amigos piensan que soy. Por ejemplo, en Tübingen no he tenido que comer pepino, contrariamente a lo que sucedió en Marsella, Antibes y Zurich, donde se me sirvieron sendas ensaladas de pepino y tuve que enfrentarme a ellas con la ayuda de abundante mostaza y de esa capacidad que los hombres de mi familia tienen de bloquear mentalmente ambas fosas nasales. ¡En los tres sitios! ¡Pepino! ¿Alguien les había dado el chivatazo?

Sin embargo, en casa de mi primo para desayunar, o en casa del otro primo para cenar, no tuve que comer pepino. A esta anormalidad pepinil -dentro de lo que es este viaje- ayudó el que a la mujer de uno de mis primos tampoco le gustara el pepino -ni tampoco la rúcula- y que además, para asegurarme una cena "pepino free", me ofreciera (con éxito) a cocinarles una lasagna (sin pepino).

Decía antes que Tübingen y el alemán han sacado a relucir esa timidez idiomática que creía enterrada tras haber pasado muchas horas de mi juventud (todavía en curso) en contextos donde no entendía una palabra. En aquella época, por ejemplo en Lausana cuando llegué en el 97, no tenía ningún problema en probar con las tres palabras que conocía, o en caso de fracaso comunicativo, en pedirles que me hablaran en otro idioma o por gestos. Sin embargo, todas aquellas experiencias han debido de quedar olvidadas, porque en la panadería, en el bar o en el kiosco de Tübingen, ante los chorros conversacionales de los dependientes, lo único que he logrado ha sido poner mi cara de niño bueno y darles pena. Esa ha sido mi única arma... era incapaz de pronunciar una sola palabra; y todo por culpa de ese primer incidente traúmatico en una gasolinera entre Tübingen y Bebenhausen.
Me subo a la bicicleta de mi primo y dirijo mis pedales hacia el monasterio de Bebenhausen, a unos 7 kilómetros de Tübingen. He olvidado coger agua y el calor es asfixiante, así que cuando veo una gasolinera paro un momento para comprar una botella de Volvic (y un helado, claro). Cuando voy a pagar, la dependienta, que ya al entrar me ha lanzado varias frases que al no entender he ignorado elegantemente, me suelta una retahíla de palabras que yo no alcanzo a situar en el contexto 'gasolinera'. Además, la lección de "Los Combustibles" me la debi de perder en mis cursos de aleman. Cuando ya voy a sonreír con mi cara de 'no me pegues' se me ilumina la bujía: "seguro que me está preguntando por el número de surtidor en el que he llenado el depósito de mi coche".
- Nein, nein. Keine brrrrr. Ich (hago el símbolo internacional de ir en bici). (Sonrío confiadamente)
Su mirada me transmite claramente que mi respuesta no tiene ningun sentido, al menos en relación con la pregunta -o afirmación- que ella había hecho. Por lo menos, pienso desde mi sonrojo, ahora ya sabe que no hablo alemán. Se lo he dejado bien claro.
La chica es una auténtica profesional, y como le han dicho que tenía que ser cordial con todos los clientes (incluso con los que solo han comprado una botella de agua (y un helado) y responden cosas raras mientras hacen ruidos), decide proseguir la conversación como si no hubiera ocurrido nada:
- Am I beautiful today?
Yo me froto los oídos y me destapono los ojos. ¿Está bonita hoy? ¡Y yo que sé! ¡No sé cómo estaba ayer! ¿Se habrá levantado especialmente radiante y lo comparte con todo aquel con quien se cruza? La observo... Fea no es... ¿pero bonita? ¿bella?
Vaya problema en el que me ha metido. A lo mejor su felicidad depende de la afirmación de su belleza, y yo podría arruinarle el día si no contesto positivamente. Pero... si le digo que hoy está very beautiful, quizas lo considere un compromiso y me lleve a conocer a sus padres y tenga que quedarme varias décadas en estas tierras de prados, riachuelos, heidis y tejados inclinados. ¡Y yo quiero volver a mi casa! ¡Qué gran dilema!
La chica interrumpe mi (larga) línea de pensamiento con una nueva frase:
- ¿No English?
¡Salvado! ¡Eso es! ¡No la he entendido! ¡Ni siquiera soy consciente de que me acaba de preguntar si estaba preciosa hoy!
Pongo mi cara de no entender nada y ella asiente comprensiva. Le digo (en español) que soy español y ella me dice que no, que ella es turca. Para compensarlo, me da un bombón que aunque no me gusta acepto gustoso. He aprendido la lección: un silencio y una sonrisa son más efectivos que unas palabras y unos gestos. Ya lo dijo el profera: "cállate, Ra y Mon".
Tübingen - 11,804 pasos (y pedaladas)
[Nota: mientras quito la cadena de mi bicicleta a la salida de la gasolinera y observo feliz el sol y la brisa y el color verde brillante de los prados, la solución cae sobre mí como un rayo sobre una vaca pastando: "What a beautiful day".
Pienso en volver a entrar en la gasolinera y decirle a la chica que efectivamente hace un día muy bonito, pero estoy tan sonrojado que decido subirme a la bicicleta y continuar mi camino hacia Bebenhausen como si nunca hubiera pasado nada.]

domingo, agosto 05, 2007

Zurich - Reirse

Nota: Si estáis planeando un viaje a Suiza, os recomiendo que visitéis la guía de Suiza que he escrito recientemente para BuscoUnViaje.com.

La risa incontrolada es a la felicidad lo que la pasión al amor. Una sin la otra tiene menos sabor que ambas en reunión pero cualquiera de ellas por separado es infinitamente superior a la apatía de los sentidos. La combinación, como siempre ocurre con las simbiosis, es el objetivo que nos impulsa a vivir.

Yo conozco un lugar en Zurich donde la risa incontrolada está garantizada. Ese lugar se define por los elementos que lo forman: el río Limmat, una gruesa cuerda atravesándolo de orilla a orilla, y un montón de gente agarrada a la cuerda luchando contra la fuerte corriente. A primera vista es un lugar simple, lo sé, pero es lo que tienen la risa incontrolada y la pasión: para pasarlo bien no hace falta nada demasiado complicado.

La idea es la siguiente: el Limmat atraviesa Zurich, y los días que hace bueno las orillas del río se llenan de bañadores y bikinis. A lo largo de las represas del Limmat se forman piscinas y corrientes, lo que la gente aprovecha para 1) saltar con cuerdas a lo Tarzán; 2) hacer surf sobre el río sujetados a una cuerda que baja desde un puente; 3) nadar; y 4) practicar el deporte de la cuerda. Todas estas actividades se ven favorecidas por el hecho de que el Limmat es al río Ebro lo que un frasco estéril a un cubo de basura.

El deporte de la cuerda es sencillo. Primero saltas al río desde un puente. Luego, te dejas llevar por la fuerte corriente hacia la cuerda travesera, donde otros ya están agarrados. Al llegar a toda velocidad hasta la cuerda, intentas agarrarte a ella, evitando que se te meta entre las piernas o que te deguelle. Una vez bien sujeto con ambas manos, sacas la cabeza del agua, respiras, te ríes (histéricamente), empujado por la corriente vuelves a meter la cabeza en el agua, sacas la cabeza, respiras, te ríes, ríes, tragas agua, boqueas, metes la cabeza, respiras, te ríes, ... La corriente es muy fuerte, lo que no impide que los más expertos cordiles hagan maravillas sobre la cuerda, como por ejemplo tumbarse corriente arriba sujetándose con los pies. Cuando consigues colocarte de esa manera, la risa aumenta, puesto que sólo tienes dos obligaciones: reír y no cometer errores. Reír sobre todo viendo como la mayoría de los cordiles luchan por tumbarse, con un alto porcentaje que son arrastrados por la corriente, incapaces de tal hazaña. Además, cuando uno logra tumbarse apoyado en la cuerda, la mayoría de los agarrados con las manos se tienen que dejar llevar río abajo, puesto que al hundir la cuerda con los pies la gente debe decidir entre seguir agarrada o morir ahogados. Y casi todos los débiles deciden dejarse ir y respirar. Es lo que tienen los deportes de riesgo...

En la cuerda reina una chica de grandes ojos negros, mofletes abundantes y embutida en carnes. Imagino que ha alcanzado esa complexión física por ser la óptima para este deporte: esta chica es la mejor cordil de la historia con diferencia. Ella siempre ríe, puesto que nunca la tira nadie, jamás es arrastrada por el río, es capaz de permanecer durante horas (¿días?) tumbada sobre la cuerda. En el intervalo temporal trancurrido entre mi bautismo cordil y mi despedida (triunfal), el río me ha arrastrado 9 veces. Al principio por cometer errores de principiante (e.g. atacar la cuerda antes de haber alcanzado el equilibrio) y otras por luchas titánicas con otros cordiles. En ese intervalo, la reina ni siquiera ha tocado la cuerda con sus manos: sólo necesita utilizar sus pies. Es más, ante la acometida salvaje de un suizo de gran tonelaje que nos ha tirado a todos los demás de la cuerda, la reina se ha puesto en pie, ha corrido sobre el agua riéndose estruendosamente y luego se ha vuelto a tumbar. Yo, mientras la corriente me arrastraba hacia la parte tranquila del río, me decía para mis adentros: "es la reina... si esto fuera un deporte olímpico, ella sería la Sergei Bubka de la cuerda, la Ronaldihna cordil, la Phelps del Limmat".

Mientras volvemos hacia el puente para saltar de nuevo, mi ex-vecino de residencia (en Lausana), amigo y anfitrión en Zurich, me comenta: "eres muy bueno, muy pocos logran tumbarse sobre la cuerda en su primer día". Yo le sonrío de vuelta, aceptando el cumplido, puesto que es verdad: cuando se ríe incontroladamente y además se es feliz, uno se siente capaz de todo, incluso de tumbarse sobre la cuerda del Limmat y correr sobre ella. Esto debería enseñarse en todas las escuelas del mundo...

Zurich, 13,610 pasos y pedaladas (+ 1 hora de risa feliz sobre la cuerda)

sábado, agosto 04, 2007

Lausana - recorriendo el pasado II

Nota: Si estáis planeando un viaje a Suiza, os recomiendo que visitéis la guía de Suiza que he escrito recientemente para BuscoUnViaje.com. También tenemos una guía del Lago Lemán.

La primera conclusión de mi paso por Lausana es que los dos años y medio que pasé en Suiza fueron mejores que los dos años y medio que pasé en Francia. En Lausana, el número de sonrisas al ver un lugar "especial" ha triplicado al número de sonrisas que aparecieron en mi cara durante los paseos por Antibes. Esta observación me ha llevado a crear la que llamo "teoría de la sonrisa reveladora": la importancia vital de un lugar de tu pasado es proporcional a la duración total de las sonrisas producidas mientras lo visitas. Esta teoría no se basa únicamente en un capricho mental aleatorio, sino que ha quedado demostrada por el método científico: al final de mi visita al Lausanne el podómetro marcaba el triple de pasos de los que di en Antibes.

Los países se diferencian entre sí únicamente en tres aspectos: la presión del agua en la ducha, el precio de las pizzas y luego, otros detalles. En Suiza, el agua sigue saliendo a tal presión que dar por finalizada la ducha es más complicado de lo que ya suele serlo. Por otro lado, el país que en el 97 me pareció escandalosamente caro para salir a cenar, ahora se revela barato en comparación con la España del euro. Finalmente, el resto de detalles siguen más o menos igual que por aquel entonces: 1) sufro cuando hago el más mínimo ruido pasadas las 10 de la noche (los vecinos probablemente denunciarán al futuro matrimonio que amablemente me acoge en su casa); 2) sufro al no saber en que basura tirar el tetrabrick (la policía de basuras problamente detendrá al anteriormente citado futuro matrimonio, impediendo su boda por culpa de un mal reciclaje); 3) suspiro al ver levantarse la montaña sobre el lago Leman; 4) vuelvo a suspirar al ver los viñedos aterrazados entre los tejados de las casas de campo suizas que a su vez se reflejan en el lago; y 5) compito con la señora de la panadería sobre quién dice más veces "merci", "bon journée" y "service" (gana ella, por supuesto).

He comido pan, queso y salsichón frente al lago, en el barrio de Ouchy. Lo más divertido (para los demás) ha sido que a las abejas les gusta el salchichón y eso ha implicado varias carreras y manotazos al aire. Lo más triste es que allí me he dado cuenta de que había perdido mi cámara de fotos nueva, la que me regalaron entre los compañeros de trabajo al terminar la tesis. Lo más profundo es que allí, con los reflejos del sol animando a los cisnes a desplegar sus alas sobre el lago, he llegado a la conclusión de que los lugares, transcurrido un tiempo, dejan de transmitirte energía. Cada lugar difiere en lo que te puede aportar, y por eso es importante estar alerta para detectar cuando ha llegado el momento de cambiar, de reinventarte. En Antibes me quedé demasiado tiempo. En Lausana podía haberme quedado un poco más. Nueva York y San Francisco me supieron a poco. Santo Domingo ni siquiera llegué a entenderlo. En Barcelona todavía no veo el final. Y Zaragoza siempre es mi casa, independientemente de dónde esté mi casa.

Está bien sentarse frente a un lago y entender estas cosas.

Lausana, 15,597 pasos

viernes, agosto 03, 2007

Antibes, Juan les Pins - Recorriendo el pasado

Nota: Si estáis planeando un viaje a la Costa Azul, os recomiendo que visitéis la guía de la Costa Azul que he escrito recientemente para BuscoUnViaje.com.

Cuando uno vuelve a un lugar donde vivió hace años, el principal interés no está en visitar monumentos o en tumbarse sobre una hamaca en la playa. Cuando han pasado varios años desde la última vez que estuvo allí y uno sólo tiene unas horas que dedicarle al lugar que fue su casa, sus pasos - o su bicicleta- probablemente se dirijirán hacia su antiguo hogar. Los más intrépidos puede que incluso llamen a la puerta (a "su puerta") y, si hay suerte, hablen con los nuevos habitantes; los más tímidos, simplemente nos asomaremos por la verja e intentaremos divisar qué hay ahora en el jardín que nosotros manteníamos lleno de girasoles. Una vez comprobado que la casa sigue allí, uno puede pasar a visitar el resto de lugares que le eran importantes hace años: el bar del café liegois, la papelería donde nunca tenían "El Pais" los domingos, el supermercado lleno de quesos, la discoteca que procuraba evitar, el trozo de playa donde iba a leer, ... Normalmente, cuando uno vuelve a su pasado tambien suele visitar su antiguo lugar de trabajo, pero si la única compañera que ha sobrevivido al consulting está de baja maternal - y ya la has visto porque te acoge en su casa- y tu antiguo jefe se acaba de divorciar de su mujer (después de pelearse a puñetazo limpio en el aparcamiento que está frente a los ventanales donde la gente trabaja) porque se ha liado con una de las secretarias de la oficina, uno evita esa visita y se limita a pasearse mientras añora sin melancolía esos años en los que trabajó poco, viajó a menudo, escaló frequentemente con el mediterraneo de fondo y cultivó muchos girasoles.

Antibes y Juan les Pins, 5.613 pasos + pedaladas

miércoles, agosto 01, 2007

Marsella - Viajes con Kapuscinski

El primer viaje de Kapuscinski al extranjero fue a la India. Lo cuenta en su libro "Viajes con Herodoto". Al leer el pasaje en el que narra su llegada a Delhi he sentido uno de esos escalofríos que, expandiéndose en ondas alrededor del plexo solar, te despierta por dentro y te traslada a sentimientos pasados.

A su llegada a Delhi, Kapuscinski está perdido: no habla ningún idioma aparte del polaco, nadie le ha dicho dónde ir, no sabe qué hacer; es incapaz de tomar ninguna decisión. Se está enfrentando a algo que le supera, y su única defensa es no hacer nada, no moverse, no llamar la atención, con la esperanza de que el paso del tiempo le lleve hacia una solución espontanea. Finalmente, su solución se materializa en la forma de un indio que, sin intercambiar palabra, le hace subir a un autobus, le lleva hasta la ciudad y le deja frente a la puerta de un hotel.

Al leer su bloqueo, su incapacidad de reaccionar, he sentido un escalofrío. Este escalofrío no ha venido provocado por la solución inesperada, sino por su descripción de ese sentimiento -agradablemente incómodo- de verse superado por los acontecimientos. La población mundial puede dividirse entre dos tipos de personas, los que constantemente trabajan para evitar la novedad y los adictos a la experiencia por superar. La felicidad es posible en ambos grupos, y la infelicidad está en pertenecer al uno y pretender estar en el otro.

En su segundo viaje al extranjero, a China, Kapuscinski hace referencia al hecho de que allí no se sintió tan desvalido porque parte de la experiencia en China era similar a su primer viaje a la India, y por tanto se movía en un terreno más familiar. Esto muestra claramente que el segundo grupo de humanos, los que buscan enfrentarse a situaciones que les superan, tienen la ventaja - y el inconveniente- de que cada vez es más difícil encontrar desafíos que les paralicen. Una vez que has conseguido moverte después de una de esas parálisis, todo lo que ha provocado esa inmovilidad queda superado. En cierta forma es como vacunarse contra ese tipo de situación. Mi única problema con esto es que, así como con las enfermedades es bueno estar vacunado y no caer enfermo, vacunarse contra el nerviosismo vital le quita gracia a la existencia, aunque al mismo tiempo te permite disfrutar de una forma tranquila de esas sensaciones que sin la vacuna nunca hubieras conocido. ¿Qué es mejor? ¿Hacer como uno que yo conozco que nunca viaja a ningún sitio para no agotar las posibilidades de vacaciones cuando sea mayor? ¿O querer ver todo ahora y ya e ir vacunándose contra todos los sentimientos de novedad?

Yo estoy bastante vacunado de interrail y Europa. Sin embargo, a pesar de la vacuna estoy disfrutando de estas largas charlas alrededor de una buena cena y amigos reencontrados, de esos paseos por inclinados y estrechos barrios como Le Panier, junto al viejo puerto de Marsella, reencontrándome con mi francés olvidado y saboreando cada minuto en los trenes con la fruición del que ha pasado demasiado tiempo quieto, trabajando. Y por ahora, puedo afirmar que la mejor noticia es que a pesar de todas mis vacunas pasadas, con muchos viajes en tren a las espaldas y sin necesidad de mapas para encontrarme en ciudades por las que ya pasé, necesitaba un recuerdo de la vacuna, porque había olvidado un poco que uno puede pasárselo bien sin hacer nada concreto.


Marsella, 15.557 pasos