jueves, octubre 25, 2007

Una zanahoria es más resistente que un ratón

En referencia al post del otro día sobre mis ratones domésticos, quiero hacer una aportación: las zanahorias son más resistentes que los ratones.



Hoy me voy a pasar por la boquería para comprar apios, ajos tiernos, mikados, espinas de merluza y cigalas, para poder seguir la serie "Un X es más/menos resistente que un ratón". Si alguien tiene un interés especial en una X cualquiera, le ruego que me lo haga saber.

miércoles, octubre 24, 2007

Encuentra tu pareja perfecta en el supermercado

Muchas veces, en el supermercado, me planteo qué ocurriría si, llegado a la caja, intercambiara mi carrito (lleno de comida y otros productos) con el carrito de otra persona cualquiera que estuviera por allí. Nunca lo he hecho, pero todo se andará...

¿Por qué haría eso una persona en su sano juicio (como lo soy yo)?

Muy simple: para enfrentarse a algo que todos tememos, lo desconocido. Al llegar a casa tendría entre mis manos muchos tipos de comida que nunca antes he probado y productos de limpieza o higiene que nunca he utilizado. Me enfrentaría a lo habitual de otra persona, que muchas veces es sinónimo de lo extraño para uno mismo. Y si no que se lo pregunten a cualquier pareja de personas que pasan de vivir solos a vivir juntos... Toda una vida acostumbrado a comprar Häagen-Dazs y aparece el otro pretendiendo comprar Ben & Jerry's...

Este pensamiento aleatorio me lleva a formular el índice de compenetración del supermercado: dos personas son (materialmente) compatibles en la medida en la que coger el carrito del supermercado del otro produciría una disrrupción de la rutina habitual.

Nota: esta teoría puede también ser aplicada por los solteros para encontrar su pareja (materialmente) perfecta. Procedimiento: 1) cogerle el carrito a otra persona justo antes de que pague; 2) recibir un grito en la oreja; 3) recibir una leche en la cara; 4) explicarle al guarda de seguridad la experiencia que estás realizando; 5) esperar al día del juicio con la esperanza de que el guarda de seguridad explique las razones que te llevaron a cogerle el carrito a la otra persona; 6) Sonreír y esperar el beso de la otra persona, que caerá en tus brazos fascinada por lo romántico de tu idea.

De nada; me gusta ayudaros con estas metáforas vitales.

miércoles, octubre 17, 2007

Hi Kitty!

Malasia es un país muy agradable para viajar, fundamentalmente porque, a diferencia de otros lugares vacacionales, nadie trata de timarte con productos defectuosos, venderte cosas que no quieres o engañarte sobre cualquier cuestión que se presente.

La prueba: en un mes únicamente nos engañaron una vez... Y, aunque fue grave, una sóla vez en un mes es una cifra de engaños que estoy dispuesto a soportar. ¿Cuál fue el engaño?

Queríamos unos klinex de Hello Kitty. Es algo que a veces ocurre: uno quiere unos klinex de Hello Kitty (para entenderlo, no hace falta nada más que mirar la imagen inferior) y hasta que no los consigue no se queda tranquilo.



Nos costó un buen rato encontrarlos. Finalmente, un vendedor callejero nos dijo que podía conseguirnos unos klinex "Hello Kitty" a buen precio. "Esperad aquí, ahora mismo vengo".

Efectivamente, volvió, y con toda delicadeza efectuamos el intercambio: un buen fajo de billetes a cambio del paquete de klinex. Después nos alejamos del vendedor como si no le conocieramos de nada. Sólo muchas calles más allá nos atrevimos a sacar el paquete de klinex del bolsillo:

Klinex "Hi Kitty", una gran estafa


Cuando quisimos darnos cuenta de lo que habíamos comprado, el vendedor se había esfumado. Fue bastante desagradable, tengo que admitirlo. Acostumbrado a la verdadera Kitty, esta Kitty de mentirijillas supuso un fuerte golpe moral.

A pesar de este incidente, sigo recomendando Malasia como país tranquilo y agradable en el que casi nadie intenta engañarte.

martes, octubre 16, 2007

Ratones domésticos

Al poco tiempo de entrar a vivir en mi casa comencé a ser visitado por ratones. Al principio, los ratones tenían tanto miedo de mí que nunca llegaba a verlos: únicamente sabía que me habían visitado porque me habían dejado regalitos en forma de pequeños excrementos negros (o azules o rojos, en caso de que algún vecino estuviera poniendo veneno de colores).

Poco a poco, los ratones y yo fuimos cogiendo confianza (a pesar de las dificultades inherentes a una amistad ratón-hombre; a pesar también de sus caquitas, del veneno que yo ponía, y de las trampas con queso con que sembraba mi casa; a pesar de todo) y alguna que otra vez nos encontrábamos cara a cara. Como en todo proceso de amistad, los comienzos fueron difíciles, y en el primer encuentro pegué un grito y salí corriendo hacia él (ante lo que el ratón huyó). Más adelante, los encuentros se fueron haciendo más habituales, y yo ya no gritaba ni corría, simplemente daba un golpe porque me molestaba verles corriendo por allí. Y seguí poniendo veneno y trampas y tapando agujeros con cemento y trozos de cristal. Los ratones, como premio, seguían visitándome todas las noches. La mayoría salían de mi casa atrapados en trampas estranguladoras. Otros volvían a su madriguera con un poco de veneno en sus estómagos. Y todos debían de estar muy contentos con el trato que les dispensaba, puesto que seguían volviendo...

Contentos y llenos de confianza, porque ahora ya ni siquiera corrían a esconderse cuando daba un golpe. Y cuando me levantaba de la silla, me miraban tranquilamente, se daban la vuelta y se iban hacia sus agujeros (escondidos tras los muebles, tras la escalera, por encima de las vigas, en el pladur, ...). A eso también me acostumbré: mira que majos, pensé, es como tener un animal (muchos animales) de compañía. Y como la comida no la tocaban porque siempre la tenía bien guardada, los ratones y yo continuamos nuestras vidas en paz y armonía, con las trampas y con el veneno, con sus pequeños cilindros negros de cada mañana y los cuadernos roídos.

Hace un par de semanas, sin embargo, la tregua se rompió: a las 3:07 de la mañana, unos grititos agudos y bastante molestos me despertaron. ¿Qué es eso?- pensé. Miré en dirección al sonido, pero sin gafas y en la oscuridad no veo demasiado. Encendí la luz y me puse las gafas. Los gritos continuaban: un ratón, bastante pequeño, había entrado en la habitación y me gritaba desafiante desde el suelo. ¿Qué querrá? ¿Habrá perdido a su madre? ¿Estará su tío atrapado en una trampa y me llama para que le ayude a liberarlo? ¿Querrá subir a la cama para dormir conmigo, al modo de esos gatos que duermen a los pies de sus dueños?

El ratón gritó durante un rato, hasta que yo hice ademán de bajar de la cama y decidió irse corriendo a... ¡esconderse debajo de la cama! Y yo, que estaba muy cansado y no tenía ganas de pelearme con un ratón, decidí dejarle dormir allí...

Al día siguiente por la mañana, mientras leía en la cama (estaba de vacaciones), el ratón se despertó y salió arrastrándose de debajo de la cama. Ni siquiera se molestó en darme las gracias o despedirse después de esa noche en compañía, simplemente se metió en la cortina. Eso me pareció bastante mal, así que agarré la cortina y la subí a una altura considerable. Desde allí, el ratón cayó a peso muerto (los ratones no vuelan), y esta vez sí que debió avergonzarse de su actitud, porque se fue hacia su agujero sin más grititos.

Ayer, mi vecino me contó que el sábado, sentado en su retrete, observó como un ratón venía hacia él, se paraba y se quedaba observándolo. Luego, visto que la actividad del vecino no era demasiado interesante, se fue tranquilamente por donde había venido...

Hoy, desde aquí, quiero reconocer que los ratones me han vencido: me mudo de casa. Una cosa es tener ratones domésticos en casa, y otra que las visitas vengan a tu propia casa a burlarse de ti. Y menos cuando estoy cagando; en conclusión: me voy de mi casa antes de que vengan a visitarme en el baño. Uno tiene sus límites.

jueves, octubre 11, 2007

Prohibido meter tu durián en la habitación

En Malasia (y en Singapur, y supongo que en otros países del sureste asiático), el rey de las frutas es el "durián". No es fácil de describir, así que una foto hará las veces de narrador:



Hasta aquí todo normal: unos países donde no comen uva y plátanos, sino una fruta que desconocemos en occidente... Y además, el durián es de las frutas que más vitaminas tiene en el mundo. Y encima tiene propiedades afrodisiacas.

Pero entonces, ¿cómo se explican estos carteles?

Ascensor a un hotel en Kuala Lumpur: ni perros ni duriáns

Aeropuerto de Singapur (el durián está prohibido, pero no hay multa)

Para que los castizos lectores de este blog lo entiendan a la primera, he preparado estos carteles:


Porque, efectivamente, el olor que desprende el durián es una mezcla de todos los olores desagradables que conocéis. Y cuando tengáis ese olor en mente, hacedlo un poco más desagradable... ¡ya sabéis cómo huele el durián!

Si todos nos unimos, podemos hacer de nuestro país un país sin olores. Desde aquí os animo a colocar estos carteles en todos los hoteles, autobuses, aeropuertos y estaciones de España. Si los malayos han conseguido expulsar el durián de los lugares públicos cerrados, no veo porque no podríamos hacer nosotros lo mismo con nuestras pestilencias locales. ¡No a la coliflor! ¡No a los que se tocan los pies en público!

miércoles, octubre 03, 2007

La juventud

Dicen que la juventud de ahora está mucho menos formada que la juventud de antes. Yo pienso que todos los adultos de todos los tiempos siempre han pensado eso mismo, y que simplemente las cosas cambias y la juventud es siempre la juventud. Sin embargo, ayer por la tarde comencé a dudar si, por una vez, la juventud de ahora está realmente menos formada que la de antes.

Conversación a la salida del instituto entre tres adolescentes:

- ....
- Cada uno cuesta 300 Euros
- Entonces, si compramos dos ¿por cuánto saldrán?
- je je je
- ji ji ji
- jo jo jo
- ¿No tenéis calculadora ninguno? Ji ji ji
- je je je
- jo jo jo
- ...

Espere 5 segundos más para ver si alguno respondía, pero optaron por reirse y dejar la duda atrás, que es donde menos molestan las dudas.