martes, julio 31, 2007

Midiendo el placer del turista

Ya he contado varias veces aquí que uno de los principales problemas de esta vida es la dificultad que entraña medir lo humanamente abstracto (amor, enfermedad, ...). Hoy inauguro el sub-blog "pensamientos vacacionales", y qué mejor tema para comenzar que la cuantificación del placer acumulado en cada lugar que uno visita. Haciendo una simplicación un poco agresiva (pero no por ello convirtiendo la teoría en inválida) he llegado a la conclusión de que el placer que uno extrae de un día de turismo es directamente proporcional al número de pasos que ha dado. Ahora mismo lo explico...

Hace unos meses, en el fragor de la tesis, me compré un podómetro (i.e. cuentapasos). Puede parecer una tontería, pero saber cuántos pasos hay de un lugar a otro es de una gran utilidad. Por ejemplo, muy poca gente en el mundo es capaz de saber cuál es el camino óptimo hasta su casa desde cada punto de la ciudad. Yo, gracias a mi podómetro, sé que es más corto atravesar el parque en diagonal (yendo a traves del campo de balonces donde juegan los filipinos) y luego pegarme a la pared donde están los contenedores de basura. Antes de tener el podómetro, siempre rodeaba el campo de baloncesto y procuraba alejarme de los contenedores, pero ahora sé que tal actitud me obligaba a dar 135 pasos más de la cuenta. Y eso no puede ser: estoy a favor de caminar todo lo que se pueda, pero nunca a costa de tomar caminos poco óptimos.

Gracias a mi podómetro también pude comprobar que de mi casa al trabajo hay 3879 pasos; que si cojo el metro para ir al laboratorio únicamente doy 1218 pasos, y con el autobús la cuenta es todavía más magra: 579 pasos. Gracias al podómetro, ante las preguntas de los turistas que invariablemente me paran camino del trabajo, pude dar detalles exactos sobre cómo ir a correos ("go straight on for 342 steps, and then you'll find the post office on your right, just an extra 123 steps") o la distancia que tenían hasta plaza Cataluña desde Colón (2117 pasos). En definitiva, el podómetro supuso una mejora de vida importante para mí mismo y para los congéneres con los que me cruzaba. Además, cuando a la hora de comer se agotan los temas de conversación, un podómetro siempre ayuda a animar las cosas.

Ayer comencé un pequeño viaje por Europa, que espero me lleve por Francia, Suiza, Alemania y Holanda, visitando amigos y disfrutando de las ciudades. En la mayoría de los casos los amigos a los que voy a visitar tienen que trabajar, así que será una perfecta combinación de viaje en solitario acompañado a ratos. Las tardes/noches tendré compañia de calidad, y las mañanas podré dedicarlas a lo que me de la gana, lo que normalmente significa caminar por las calles intentando perderme para así dar con imágenes de esas que no sólo se quedan grabadas en la memoria de la cámara de fotos.

Podría haberme inventado una escala de disfrute, un baremo de cuánto me gusta cada una de las ciudades que visito. Pero ninguno de vosotros se creería nada de lo que yo pudiera decir, porque quizás lo que para algunos es espectacular para otros es simplemente una calle con escaleras, y lo que para ti es maravilloso, para mí únicamente representa unas piedras bien colocadas. Así pues, y recurriendo a mi pasado ingenieril, en lugar de otorgar un número de estrellas a cada lugar que visite, he simplificado la fórmula del placer a un sólo parámetro: cada ciudad me habrá gustado tanto como pasos haya dado en ella.

Comenzamos: 0 pasos.

martes, julio 17, 2007

La importancia de nuestra vida

Me he pasado 4 años con un único objetivo (laboral): ser doctor. El viernes pasado era el examen. Sí, el tribunal me dio la nota que se da siempre en estos casos, y todos me felicitaron por el trabajo realizado. Pero no es a eso a lo que iba, únicamente lo he escrito como contexto a lo que sigue.

Durante cuatro años, cada mañana me he levantado y me he dirigido al lugar de trabajo. Unas veces en bicicleta, otras en metro, otras en patines, otras en autobus, algunas caminando. Durante cuatro años, de camino al trabajo unas veces he pensado en el trabajo, otras en mi vida personal, en ocasiones en entradas para este blog, de vez en cuando en problemáticas mundiales, e infrecuentemente en libros del siglo XIX (no me gustan demasiado). Cuando iba hacia el trabajo, fuera en el medio de transporte que fuera, prestaba la atención justa para que no me atropellaran, para no caer a las vías del metro, para que el autobús no me aplastara un pie, para evitar a otras bicicletas que se me cruzaban o para cambiar de acera al ver un perro peligroso babeando espuma. Prestaba atención para no morir, claro, pero no pensaba en eso.

Sin embargo, el viernes, mientras iba hacia el auditorio en el que iba a desarrollarse el examen de la tesis, mi único pensamiento era que sería una lástima morirme justo el día en el que mi trabajo de 4 años recogía sus frutos. El viernes fui a la universidad en bici, como tantos otros días, pero en cada cruce, en cada esquina, frenaba hasta casi poner los pies en el suelo y me decía que estaba prohibido tener un accidente, que lo más importante era llegar vivo al auditorio: no podía fallar despues de tanto esfuerzo.

Y ese pensamiento me ha hecho plantearme lo siguiente: ¿mi vida era más importante el viernes pasado que ahora?

Intuitivamente diría que la respuesta es 'no', pero si me paro a pensarlo me doy cuenta de que hoy, ya doctor, al venir hacia el trabajo no he prestado demasiada atención en los cruces. Por tanto, infiero que la importancia de nuestra vida es proporcional a la importancia de las cosas que tenemos que hacer ese mismo día (o semana, o mes, o año...). Todavía no tengo claro en que ventana de tiempo se mueve esta necesidad de sobrevivir a toda costa, pero intuyo que tiene que ver con el esfuerzo realizado y el premio a recibir.

Quizás por eso hay tantas personas mayores que esperan la muerte con tranquilidad: no tienen nada esperándoles en ese futuro que se acerca. Ya no tienen más premios que conseguir...

domingo, julio 08, 2007

Presentación pública

Hoy he leído en el blog de Scott Adams que el truco para hacer una buena presentación pública es hacerte inmune a tus propios errores y pensar que lo que haces está muy bien: si el público ve que tú estás a gusto sobre el estrado, la impresión de lo que hagas o digas será positiva.

Yo llevo una semana preparando una presentación pública (la tesis), en donde debo resumir el trabajo de 4 años. He dedicado el 100% de mi tiempo a preparar unas buenas diapositivas y a estructurar de forma lógica el contenido, sin saber que en realidad todo este trabajo ha sido innecesario: me hubiera venido mejor ir a un cursillo de piropoterapia, o leerme un libro de autoayuda. Gracias, Scott, gracias por publicar tu secreto una semana después de que yo empezara a preparar la presentación...

En todo caso, la información no llega demasiado tarde: todavía tengo 5 días por delante para preparar lo verdaderamente importante de la presentación. Antes de leer el truco de Scott Adams tenía planeado ponerme a escribir las conclusiones de la tesis, pero ahora creo que eso puede esperar y que el rendimiento de mi esfuerzo será mayor si me dedico a resolver esas cosillas que me harán sentir bien durante la presentación:
  • que nadie se lleve una ensalada de pepino a la sala de conferencias
  • prohibido melodías de móvil con "Paquito el chocolatero" o "la Ramona pechugona"
  • expulsión inmediata de aquellos que lleven plantas de cilantro
  • confiscación de caretas, cassettes o VHSs de Jordi Hurtado
  • se cortarán los pelos de la nariz al público asistente
  • no se permitirá la entrada de pistolas de agua cargadas de gelatina, por el peligro que entrañan para la gente que desea llevar las gafas limpias.
Una vez establecidas las normas básicas de asistencia a la presentación (a la que estáis todos invitados), sólo me queda decidir lo más importante: ¿qué ropa me pongo?

Y no es una cuestión baladí, puesto que: 1) no me cabe ningún traje antiguo; 2) no me voy a comprar un traje nuevo; 3) tengo un chaqué que sí que me cabe; 4) como mejor me siento es en pantalón corto, camiseta y chancletas.

Se admiten sugerencias...