miércoles, agosto 15, 2007

Amsterdam, o lo no-evidente

Nota: Si estáis planeando un viaje a Holanda, os recomiendo que visitéis la guía de Holanda que he escrito recientemente para BuscoUnViaje.com. También tenemos una guía de Amsterdam.

Siempre me han gustado los objetos con los que no es evidente a primera vista qué hacer con ellos. Por ejemplo, a lo largo de los años he ido coleccionando lo que mis amigos llaman 'pijadas' y que yo denomino 'gadgets': entre otras cosas, tengo un levitron, una elipse de la ilusión, una power ball, varios bolis del espacio y un sacacorchos que no requiere girar nada para sacar el corcho. Pero mi gusto por lo no-evidente no se reduce a los objetos dotados de mecanismos sorprendentes (como los anteriormente descritos) sino que se extiende a otras situaciones, como por ejemplo supermercados de comida exótica, tiendas muy especializadas en deportes que desconozco o mercadillos callejeros de segundo nivel. Holanda ha demostrado ser un lugar excelente donde desarrollar mi afición por lo no-evidente.

Paseando por Amsterdam con uno de los pocos amigos que he logrado mantener desde los 14 años (y por tanto, por definición, un buen amigo) vimos un supermercado oriental. El primer impulso que me incitó a entrar fue el gusto por desfilar frente a estanterías pobladas de alimentos totalmente desconocidos. No hablo de que en estos supermercados se encuentre otro tipo de fideos o empanadillas extrañas, sino que allí se ven cosas que uno únicamente deduce que son comestibles porque están dentro del supermercado, ya que en caso de encontrarlos en una ferretería se podría llegar a pensar que son maderas para el suelo, un tipo especial de pegamento o polvos antihormigas. El primer impulso hacia lo desconocido no se vio defraudado, y el supermercado oriental en cuestión estaba lleno de productos cuya forma de cocinar, manera de comer o función nos era totalmente ajena. Luego, como suele ocurrirme en estos lugares, no pude evitar comprar unas obleas de arroz, a lo que siguieron unos fiong su ye (nombre inventado), algas, wasabi, soja, vinagre de arroz y demás ingredientes (semiconocidos) necesarios para hacer una cena oriental. Y como me suele ocurrir también en estos lugares, me quedé con ganas de comprar alguno de los alimentos desconocidos, para al menos intentar imaginar cómo hacerlos. Lo único que me frenó fue el recuerdo del tamarindo que una vez compré en Barcelona y que tuve que tirar a la basura tras haber estado en mi nevera varios meses sin lograr encontrar el día en el que echarlo a un plato.

Además de sus supermercados orientales, Amsterdam tiene otras cosas que lo hacen no-evidente. Si uno llegara a esta ciudad sin haber recibido previamente información sobre la misma, la sucesión de no-evidencias le sería abrumadora (y por tanto placentera): la preferencia por la bicicleta en un país de clima infame, la multitud de canales, las señoritas (y no tanto) tras los escaparates, la altura de sus gentes, la legalidad de las drogas (y los pocos holandeses que las consumen), el idioma lleno de sonidos 'J', lo civilizado del país, ... No sé si en algún lugar existe un país perfecto, pero lo que tengo muy claro es que si algún día lo encuentro, seguramente observaré en él muchas de las características de Amsterdam...

Claro, el clima no será una de ellas...

Amsterdam - 11.487 pasos (y pedaladas)

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