Cuando la bruma del trabajo comienza a despejarse y el cerebro vuelve a ser libre para soñar, los deseos de vivir días mágicos (y majicos) se acrecientan...
Extraído de mi diario del viaje a la India (día 26 de Junio de 2000):
Pero Jaisalmer no quería que nos fuéramos a la cama tristes y en la forma de un músico nos envía un poco de la magia del verdadero desierto.
Extraído de mi diario del viaje a la India (día 26 de Junio de 2000):
Pero Jaisalmer no quería que nos fuéramos a la cama tristes y en la forma de un músico nos envía un poco de la magia del verdadero desierto.
Es un señor mayor, con su turbante y sus pantalones anchos. De una funda blanca saca un instrumento que recuerda vagamente a un violín y cuando empieza a cantar nuestros corazones paran de latir para no estorbar su música. Tiene la voz rasgada y, en la oscuridad de la noche, acompañada del misterioso sonido que sale de su violín, bajo las estrellas y sobre las luces de la ciudad, una sonrisa inmensa se me pone en la boca y tengo ganas de gritar que éste es un momento mágico. Es fantástico estar aquí, en el tejado de una casa amarilla dentro de un fuerte, a treinta metros de altura sobre las casas de una ciudad que duerme, con el viento que se lleva las canciones hacia otros tejados donde la gente descansa... El músico nos explica que sus canciones hablan de mujeres del desierto que lloran porque sus maridos no vuelven, y en verdad se oyen los llantos y lamentaciones debajo de las cuerdas de su violín, detrás de cada palabra que sale tristemente arrastrándose de su garganta, y me hace desear no ser nunca una mujer del desierto esperando a su marido, porque después de oír sus canciones no creo que haya nada más triste que eso en todo el mundo...
1 comentario:
Ay, ramón, ramón, tu si que eres majico... que como dice mi padre sirves "pa un barrío y pa un fregao". O sea, que eres muy versátil escribiendonos posts en tu blog.
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