viernes, septiembre 05, 2008

Córdoba, una ciudad bajo llave

Nota: Si estáis planeando un viaje Argentina, os recomiendo que visitéis la guía de Argentina que he escrito recientemente para BuscoUnViaje.com. También tenemos una guía de Buenos Aires.

Hoy Córdoba (Argentina) está cerrada. Y cuando digo cerrada quiero decir que han colocado un candado y la llave se ha perdido. Al menos, según nos dicen, hasta las ocho de la tarde. Hoy en la provincia de Córdoba están haciendo el censo de la población, y el gobierno, para asegurarse de encontrar a todo el mundo en su casa, ha prohibido operar a los comercios, tenderetes, vendedores ambulantes, restaurantes, supermercados y quioscos. Y nosotros hemos tenido la inmensa fortuna de llegar hoy a Córdoba a las ocho de la mañana.

Por suerte, el gobierno ha decretado que tres tipos de entidades que pueden abrir: los hoteles, las farmacias y los hospitales. Hablando con el recepcionista de nuestro hotel intentamos entender la necesidad (y la conveniencia) de cerrar todo para hacer un censo, y una vez en la calle (desierta) intentamos no desesperarnos ante la perspectiva de pasar todo un día en Córdoba sin un sitio donde sentarnos, un café donde leer un libro, una tienda donde comprar agua, un museo que visitar o un restaurante donde llevarnos algo a la boca. En nuestro caótico vagabundear por la ciudad (que incluye una manzana jesuítica con iglesia y monasterio) encontramos un quiosco abierto (¿de estrangis?) con una larga cola frente a él, una farmacia donde nos venden patatas fritas y agua (¿medicinales?) y un almacen-chiringuito (abierto ilegalmente según deducimos de la forma de gestionarlo) donde en diez metros cuadrados se agolpan todos los que ayer no supieron/quisieron acumular provisiones para pasar el día de censo. En este almacen, sorprendentemente, son mayoría los mendigos, que esperan su vez pacientemente. El único trozo de jamón de york del que dispone el almacen disminuye considerablemente cada vez que le llega el turno a un cliente. Sin embargo, los mendigos no se inmutan: uno tras otro, al llegar frente a la caja, piden su tetrabrick de vino, pagan dos pesos, y se marchan arrastrando los pies en sus destrozados zapatos. Al rato, les seguimos nosotros con unas lonchas de queso, un poco de jamón, unas galletas saladas y una botella de agua. Tanto los mendigos como nosotros estamos felices: el mercado negro nos ha librado de pasar un día de ayuno.

Cuando llegan las ocho de la noche la ciudad cobra vida, y todo el mundo se lanza a la calle. En pocos minutos los cines se llenan, los restaurantes no tienen mesas libres y los supermercados anuncian en sus puertas que hoy, día del censo provincial, retrasan la hora de cierre hasta la una de la mañana. En la plaza San Martín de Córdoba, a veinte minutos del chiringuito clandestino que hoy se ha hecho de oro vendiendo jamón, queso y vino, los mendigos siguen bebiendo y observando cómo los cordobeses disfrutan de la resurrección de su ciudad.

1 comentario:

Dos mochilas dijo...

Acabamos de ver tu comentario sobre el Titicaca. Nos gustó y mucho. No hemos visto mucho el norte porque tenemos los días contados y nos esperaba el sur. Un saludo