No sé decir 'no'. Este hecho, que a lo largo de mi vida me ha traído problemas, hoy se ha convertido en una verdadera pesadilla. Hasta ahora, los únicos inconvenientes provocados por mi 'disfunción' habían sido que 1) me he casado tres veces (tampoco supe decir 'no' a los divorcios); 2) he hecho tres carreras (la que me dijo mi padre que hiciera, la que mi madre me sugirió y la que mi bisabuelo dejó escrito en sus memorias que quería haber hecho él); 3) he instalado 127,345 impresoras y 234,321 discos duros (procuro que mis conocidos no sepan que, entre otras cosas, soy informático, pero cuando se enteran...); 4) he cambiado de marca de calzoncillos (a mi novia no le gustan las palabras con K); y 5) soy socio de UNICEF, Greenpeace, Intermón, Amnistía Internacional, Médicos sin fronteras y 17 ONGs más (culpa de esta moda reciente de captar socios en las calles).
Lo admito, todo esto eran hechos con los que podría haber continuado viviendo sin problema alguno. Pero después de lo de hoy ya no puedo seguir así... Esta mañana, al salir de mi edificio, una señora de pelo blanco, mechas violetas, gafas arcoiris, bata y pantuflas, se me ha acercado, me ha mirado fijamente a los ojos y luego me ha preguntado: "¿eres el hijo de la peluquera?". Y claro, yo no he sabido decirle que 'no'. Qué desastre...
Escribo esta última entrada del blog encerrado en mi piso. A partir de ahora, mi 'enfermedad afirmativa' (tal y como la llamó uno de los médicos que me trató) no volverá a afectarme. Nunca más tendré que no decir 'no'. ¡Se acabó! En cuanto termine esta entrada de mi blog cortaré la línea teléfonica, desconectaré el timbre de la puerta, me pondré tapones en los oídos y por fin, podré descansar tranquilo.
Lo admito, todo esto eran hechos con los que podría haber continuado viviendo sin problema alguno. Pero después de lo de hoy ya no puedo seguir así... Esta mañana, al salir de mi edificio, una señora de pelo blanco, mechas violetas, gafas arcoiris, bata y pantuflas, se me ha acercado, me ha mirado fijamente a los ojos y luego me ha preguntado: "¿eres el hijo de la peluquera?". Y claro, yo no he sabido decirle que 'no'. Qué desastre...
Escribo esta última entrada del blog encerrado en mi piso. A partir de ahora, mi 'enfermedad afirmativa' (tal y como la llamó uno de los médicos que me trató) no volverá a afectarme. Nunca más tendré que no decir 'no'. ¡Se acabó! En cuanto termine esta entrada de mi blog cortaré la línea teléfonica, desconectaré el timbre de la puerta, me pondré tapones en los oídos y por fin, podré descansar tranquilo.
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