Ya he contado varias veces aquí que uno de los principales problemas de esta vida es la dificultad que entraña medir lo humanamente abstracto (amor, enfermedad, ...). Hoy inauguro el sub-blog "pensamientos vacacionales", y qué mejor tema para comenzar que la cuantificación del placer acumulado en cada lugar que uno visita. Haciendo una simplicación un poco agresiva (pero no por ello convirtiendo la teoría en inválida) he llegado a la conclusión de que el placer que uno extrae de un día de turismo es directamente proporcional al número de pasos que ha dado. Ahora mismo lo explico...
Hace unos meses, en el fragor de la tesis, me compré un podómetro (i.e. cuentapasos). Puede parecer una tontería, pero saber cuántos pasos hay de un lugar a otro es de una gran utilidad. Por ejemplo, muy poca gente en el mundo es capaz de saber cuál es el camino óptimo hasta su casa desde cada punto de la ciudad. Yo, gracias a mi podómetro, sé que es más corto atravesar el parque en diagonal (yendo a traves del campo de balonces donde juegan los filipinos) y luego pegarme a la pared donde están los contenedores de basura. Antes de tener el podómetro, siempre rodeaba el campo de baloncesto y procuraba alejarme de los contenedores, pero ahora sé que tal actitud me obligaba a dar 135 pasos más de la cuenta. Y eso no puede ser: estoy a favor de caminar todo lo que se pueda, pero nunca a costa de tomar caminos poco óptimos.
Gracias a mi podómetro también pude comprobar que de mi casa al trabajo hay 3879 pasos; que si cojo el metro para ir al laboratorio únicamente doy 1218 pasos, y con el autobús la cuenta es todavía más magra: 579 pasos. Gracias al podómetro, ante las preguntas de los turistas que invariablemente me paran camino del trabajo, pude dar detalles exactos sobre cómo ir a correos ("go straight on for 342 steps, and then you'll find the post office on your right, just an extra 123 steps") o la distancia que tenían hasta plaza Cataluña desde Colón (2117 pasos). En definitiva, el podómetro supuso una mejora de vida importante para mí mismo y para los congéneres con los que me cruzaba. Además, cuando a la hora de comer se agotan los temas de conversación, un podómetro siempre ayuda a animar las cosas.
Ayer comencé un pequeño viaje por Europa, que espero me lleve por Francia, Suiza, Alemania y Holanda, visitando amigos y disfrutando de las ciudades. En la mayoría de los casos los amigos a los que voy a visitar tienen que trabajar, así que será una perfecta combinación de viaje en solitario acompañado a ratos. Las tardes/noches tendré compañia de calidad, y las mañanas podré dedicarlas a lo que me de la gana, lo que normalmente significa caminar por las calles intentando perderme para así dar con imágenes de esas que no sólo se quedan grabadas en la memoria de la cámara de fotos.
Podría haberme inventado una escala de disfrute, un baremo de cuánto me gusta cada una de las ciudades que visito. Pero ninguno de vosotros se creería nada de lo que yo pudiera decir, porque quizás lo que para algunos es espectacular para otros es simplemente una calle con escaleras, y lo que para ti es maravilloso, para mí únicamente representa unas piedras bien colocadas. Así pues, y recurriendo a mi pasado ingenieril, en lugar de otorgar un número de estrellas a cada lugar que visite, he simplificado la fórmula del placer a un sólo parámetro: cada ciudad me habrá gustado tanto como pasos haya dado en ella.
Comenzamos: 0 pasos.
Hace unos meses, en el fragor de la tesis, me compré un podómetro (i.e. cuentapasos). Puede parecer una tontería, pero saber cuántos pasos hay de un lugar a otro es de una gran utilidad. Por ejemplo, muy poca gente en el mundo es capaz de saber cuál es el camino óptimo hasta su casa desde cada punto de la ciudad. Yo, gracias a mi podómetro, sé que es más corto atravesar el parque en diagonal (yendo a traves del campo de balonces donde juegan los filipinos) y luego pegarme a la pared donde están los contenedores de basura. Antes de tener el podómetro, siempre rodeaba el campo de baloncesto y procuraba alejarme de los contenedores, pero ahora sé que tal actitud me obligaba a dar 135 pasos más de la cuenta. Y eso no puede ser: estoy a favor de caminar todo lo que se pueda, pero nunca a costa de tomar caminos poco óptimos.
Gracias a mi podómetro también pude comprobar que de mi casa al trabajo hay 3879 pasos; que si cojo el metro para ir al laboratorio únicamente doy 1218 pasos, y con el autobús la cuenta es todavía más magra: 579 pasos. Gracias al podómetro, ante las preguntas de los turistas que invariablemente me paran camino del trabajo, pude dar detalles exactos sobre cómo ir a correos ("go straight on for 342 steps, and then you'll find the post office on your right, just an extra 123 steps") o la distancia que tenían hasta plaza Cataluña desde Colón (2117 pasos). En definitiva, el podómetro supuso una mejora de vida importante para mí mismo y para los congéneres con los que me cruzaba. Además, cuando a la hora de comer se agotan los temas de conversación, un podómetro siempre ayuda a animar las cosas.
Ayer comencé un pequeño viaje por Europa, que espero me lleve por Francia, Suiza, Alemania y Holanda, visitando amigos y disfrutando de las ciudades. En la mayoría de los casos los amigos a los que voy a visitar tienen que trabajar, así que será una perfecta combinación de viaje en solitario acompañado a ratos. Las tardes/noches tendré compañia de calidad, y las mañanas podré dedicarlas a lo que me de la gana, lo que normalmente significa caminar por las calles intentando perderme para así dar con imágenes de esas que no sólo se quedan grabadas en la memoria de la cámara de fotos.
Podría haberme inventado una escala de disfrute, un baremo de cuánto me gusta cada una de las ciudades que visito. Pero ninguno de vosotros se creería nada de lo que yo pudiera decir, porque quizás lo que para algunos es espectacular para otros es simplemente una calle con escaleras, y lo que para ti es maravilloso, para mí únicamente representa unas piedras bien colocadas. Así pues, y recurriendo a mi pasado ingenieril, en lugar de otorgar un número de estrellas a cada lugar que visite, he simplificado la fórmula del placer a un sólo parámetro: cada ciudad me habrá gustado tanto como pasos haya dado en ella.
Comenzamos: 0 pasos.