Hace unos días me contó un amigo que durante sus vacaciones en Panamá les acechó una pantera negra. Sí, tal y como lo leéis. Habían subido a un volcán y se les hizo oscuro mientras bajaban. En un determinado momento el guía les pidió silencio, y luego sacó un gran machete mientras murmuraba que tenían que darse prisa porque les seguía un "tigre". Durante unas cuantas horas caminaron hacia el coche con la pantera siguiéndoles, el guía con el machete en la mano, mi amigo con un palo y la novia entre los dos. No llegaron a ver el cuerpo de la pantera, pero si vieron sus ojos, observándoles desde el interior del bosque. Finalmente llegaron al coche y, ya dentro, pudieron respirar aliviados.
Mi primer pensamiento cuando me lo contó fue: "increíble, ¡qué pasada!". Luego me puse en su situación y me alegré de que no me hubiera ocurrido a mí durante mis vacaciones, porque mi compañera de viaje hubiera sufrido lo suyo. Pero en mi interior me decía: "me hubiera encantado que una pantera negra me acechara".
Estos últimos días he comentado esta historia con varias personas, y las reacciones recibidas se pueden clasificar en tres categorías:
1 - Espero que nunca me ocurra; me pasa a mí y me muero: no lo hubiera soportado.
2 - Espero que no me ocurra. Aunque es una historia que me gustaría poder contar...
3 - Espero que me ocurra en el próximo viaje.
Yo, cada vez más, me encuadro en la tercera opción: no es ya que disfrute pensando (y contando) en las historias "diferentes" que me ocurren, sino que incluso las disfruto (un poco) mientras las vivo (y las busco). Por ejemplo, el año pasado cuando nos asaltaron en Méjico, pasé bastante miedo, pero por otro lado me decía: "esto que me esta ocurriendo es una experiencia única". Y ese sentimiento de estar viviendo algo nuevo, por muy estúpido que pueda sonar, me hace sentir vivo.
El peligro, como en tantas cosas de la vida, está en hacerse adicto a lo excepcional (donde excepcional no es necesariamente una situación peligrosa o un atraco a mano armada, sino algo "diferente") porque uno acaba por no conformarse nunca y siempre busca más. Mi pregunta tantas veces sin contestar es... ¿es eso malo?
En todo caso, sea o no sea malo, lo que te garantiza es una vida lejos de las rutinas...
Mi primer pensamiento cuando me lo contó fue: "increíble, ¡qué pasada!". Luego me puse en su situación y me alegré de que no me hubiera ocurrido a mí durante mis vacaciones, porque mi compañera de viaje hubiera sufrido lo suyo. Pero en mi interior me decía: "me hubiera encantado que una pantera negra me acechara".
Estos últimos días he comentado esta historia con varias personas, y las reacciones recibidas se pueden clasificar en tres categorías:
1 - Espero que nunca me ocurra; me pasa a mí y me muero: no lo hubiera soportado.
2 - Espero que no me ocurra. Aunque es una historia que me gustaría poder contar...
3 - Espero que me ocurra en el próximo viaje.
Yo, cada vez más, me encuadro en la tercera opción: no es ya que disfrute pensando (y contando) en las historias "diferentes" que me ocurren, sino que incluso las disfruto (un poco) mientras las vivo (y las busco). Por ejemplo, el año pasado cuando nos asaltaron en Méjico, pasé bastante miedo, pero por otro lado me decía: "esto que me esta ocurriendo es una experiencia única". Y ese sentimiento de estar viviendo algo nuevo, por muy estúpido que pueda sonar, me hace sentir vivo.
El peligro, como en tantas cosas de la vida, está en hacerse adicto a lo excepcional (donde excepcional no es necesariamente una situación peligrosa o un atraco a mano armada, sino algo "diferente") porque uno acaba por no conformarse nunca y siempre busca más. Mi pregunta tantas veces sin contestar es... ¿es eso malo?
En todo caso, sea o no sea malo, lo que te garantiza es una vida lejos de las rutinas...
4 comentarios:
Me siento identificado con este post y también me gustan estas situaciones "excepcionales". Por esta razón, siempre he intentado hacer cosas con cierto peligro como escalada, espeleología, submarinismo, me he tirado en paracaidas, etc. Para mi, el control del miedo es un chute de adrenalina y es lo que me hace buscar estas situaciones. Por muy "fantasma" que pueda quedar esta frase, no es mi intención parecerlo.
Pero... ¿y donde encontrarás la adrenalina cuando ya no queden experiencias nuevas extremas por vivir?
Lo digo porque es una pregunta que cada vez me hago más a menudo...
Bueno, en mi caso particular utilizar la palabra "extrema" es excesivo. Simplemente, intento hacer cosas nuevas y si tienen cierto riesgo me satisfacen más.
En respuesta a tu pregunta, creo que siempre hay nuevas experiencias intensas que vivir y se pueden encontrar en muchos sitios. De todas maneras, creo que la intensidad con que se busca estas situaciones es inversamente proporcional al paso de los años...
Me siento completamente identificado con esto de la adicción a la adrenalina. Además de las actividades esporádicas, la consumo ya casi a diario arriesgándome en bici entre el tráfico.
Sin embargo, me provoca una sensación similar la vergüenza: el ir solo a un sitio donde no pinto nada y tratar de conocer gente o introducirme, de modo que si me quedo paralítico siempre me queda el remedio de irme a un club de esgrima o algo así, jejeje
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